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¿Habrá para mí un mañana?

¿Desde cuándo ha comenzado la búsqueda del ser humano por las respuestas del futuro? Quién sabe, ya que desde tiempos inmemorables el Homo Sapiens ha intentado averiguar qué le depara el mañana. Y también a través de las diversas culturas que han poblado nuestro mundo, persiste la firme creencia de que el individuo está directamente relacionado con el Universo, con el Cosmos.

Esta búsqueda que posee un valor cultural muy grande, ha llegado a límites que podrían parecer inverosímiles, tales como la astrología. La astrología es llamada por muchos una ciencia, aunque la comunidad mundial declare que no se basa en hechos científicos; lo cierto es que esta “ciencia” se basa en los movimientos y cambios en los astros, para determinar nuestro futuro.

Otras creencias apuntan al Tarot como una predicción segura de todo lo que está por venir; sin embargo el Tarot consiste en una baraja de cartas especiales con ciertas figuras, que una persona especializada utiliza para leer el presente y el futuro de quién lo solicita. Esta convicción demuestra, por su parte, que los humanos han creído que todo está escrito, que existe un destino para cada individuo.

Diariamente la humanidad en pleno recurre cada vez a más métodos, todo por la esa necesidad latente en nuestra naturaleza, la de sentir que es posible conocer y por tanto, controlar el futuro. Pero cabe preguntarse: ¿de verdad no conocemos nuestro futuro? ¿Hasta que punto es eso cierto?

El futuro ya es de conocimiento general, porque si no hay un cambio en el curso que sigue este planeta, este Mundo, y las formas de actuar, será imposible superar este punto donde abundan las guerras, la infelicidad, el hambre, la desesperación; y la incertidumbre que acosa a muchos cada día: ¿habrá para mí un mañana?

Dudo que el Tarot o la astrología puedan responder interrogantes como èstas, pero lo importante es comenzar una nueva búsqueda, una de soluciones; una búsqueda más profunda donde el protagonista sea el presente, un presente que tomemos en nuestras manos y cambiemos, y mejoremos cada vez más, para crear un verdadero futuro.

Quiero una Nueva Caracas!!

Los romanos han sido conocidos a través de la historia, entre muchas otras cosas relevantes, porque construyeron los llamados “baños” que sirvieron de punto de encuentro y de ocio para la población. Por su parte, la cultura ateniense se preciaba de crear centros de discusión y encuentro donde se formaron y/o salieron a relucir los grandes padres de ciencias y especialidades como la filosofía, la geografía, la física y la astronomía. Partiendo de eso, nos preocupa increíblemente el hecho de que en la cultura caraqueña actual pareciera que los espacios de encuentro y ocio brillan por su ausencia; ojo, tampoco nos engañemos, sabemos que los jóvenes de hoy en día tal vez no queramos reunirnos para discutir si Plutón merecía o no ser degradado de su título de planeta, pero no estaría mal que la escena que viven muchos chamos de nuestra edad cada vez que, como decimos nosotros, “cuadran” una salida, no resultara en que las opciones se acaban nada más empezar a “cuadrar”: vamos al cine!, otra vez? Pero si ni siquiera hay nada que ver!!!; bueno, entonces vamos a un centro comercial!; a ver, ya hemos ido dos veces al Tolón, tres al San Ignacio, y me niego a pisar el Sambil otra vez!. (Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia).
Es que tal vez, sin darnos cuenta, caemos en el conformismo, pero la realidad no se deja vencer tan fácilmente, y tarde o temprano se materializa ante nosotros. Facilito: hace poco fui un sábado con mi familia al cine en un centro comercial, no tendría ni 20 minutos ahí y ya había visto por lo menos a 10 personas conocidas mías, como 5 personas famosas o de importancia social, cultural y política. Lo que trato de decir es que ya es grave la situación, sin ofensa al 7to arte que por cierto me gusta mucho, pero me parece que los centros comerciales, no deberían ser el lugar por excelencia de reunión social de nuestra ciudad, porque a diferencia de muchas otras ciudades contamos con hermosísimos espacios abiertos, millones de lugares que podrían ser convertidos en el lugar de moda, por su localización, o donde se podría crear nuevas estructuras físicas y culturales que acojan a personas de todas las edades, pero principalmente a los jóvenes.
Una iniciativa que me encanta es el Centro Cultural Trasnocho, un lugar increíble, pero que a veces, no llega en realidad a la gente de la edad que aspiro a representar en este artículo, que a la final es un llamado a las autoridades competentes y a todas las personas que me lean a preguntarse qué ha sido de aquellos lugares de encuentro, de tertulia, de diversión, porque no ha sido sólo el paso del tiempo el que los ha arrancado de nuestras manos, ha sido también la buhonería, la inseguridad, el deterioro físico de los espacios y tantas otras cosas, los causantes de que desaparecieran esos lugares protagonistas de las historias de generaciones pasadas: el boulevard de Sabana Grande, con sus cafés y librerías al mejor estilo europeo, las numerosas plazas que pueblan la ciudad donde antes se daban cita los jóvenes de la época; en serio, es lamentable que esos lugares hayan perdido esas características y sean ahora testimonios palpables de esta realidad que expongo ante ustedes.
Me parece de suma importancia aclarar que no busco con este artículo desestimar los esfuerzos de organismos y organizaciones, donde brillan especialmente la Alcadía de Chacao, la Alcaldía de Baruta y la Alcadía del Hatillo, quiénes han creado y reconstruido espacios que son invaluables, como la Plaza Altamira, el Casco Histórico del Hatillo, y gran número de pequeñas plazas y lugares de encuentro comunales y un tanto anónimas que pululan por el Municipio Baruta e incluso las ciclovías; entre tantos otros lugares que seguro se me escapan. Pero aún así, aún a pesar de estos esfuerzos, el sentimiento de que algo falta, de que hemos perdido la mayoría de los espacios urbanos de disfrute y encuentro, embarga a la población, junto con un cierto disgusto, porque hay lugares como la UCV, ese maravilloso palacio del saber, que da albergue a muchas de las más brillantes mentes de nuestros tiempos (alumnos y profesores), que exhibe en sus esquinas y pasillos muchas de las grandes obras pictóricas, de escultura y arquitectura de la modernidad, y que ha sido la cuna de las grandes personalidades de nuestra historia, que han caído en las garras de la falta de mantenimiento, porque el presupuesto que se les asigna simplemente no alcanza.
En fin, lo único que intento es poner por escrito, este malestar que nos invade ante esta realidad que nos parece tan “propia” porque las cosas pueden ser mejores, mucho mejores, podemos vencer esos demonios que se han apoderado de los lugares ya existentes e impiden la creación de nuevos lugares, porque una ciudad tan hermosa como Caracas, debería ser, toda ella, un lugar de encuentro, un lugar de diversión, de risas, de intercambio, de amistad, de libertad de expresión, de creación de nuevas ideologías. Ahí se los dejo….

La UCV





En esos tiempos de cólera, en esos momentos de loca lucidez, en esos de ocio inesperado y tal vez anhelado, es que me encuentro de frente sin querer con una página en blanco, con la capacidad de escribir sin ataduras o de escapar un rato de esas lecturas obligatorias que me llenan la memoria.
La universidad, a Dios gracias, es más lo que te enseña en sus pasillos, que en sus aulas, es más lo que te transmite a través de su gente, que de sus profesores, y son más las lecciones que vienen en forma de sucesos de vida que en fotocopias de mala calidad y tracaleras.
No deja de asombrarme las bondades que para el alma tiene un recorrido por la universidad central en esa maravillosa hora d las 4 d la tarde, un pasillo d ingeniería con gente pero no demasiada, un brisa fresca que pareciera salir de los salones vacíos, una luz precrepuscular se desliza por tierra de nadie y el rectorado, olorcitos casi nocturnos de los quioscos del pasillo de derecho, el murmullo analítico y profundo de las clases d psicología y fases, pero por sobre todo, ese suspiro cansado que exhuman los edificios de Villanueva y el comedor entre el almuerzo y la cena, que llena los espacios que quedan antes de que caiga la noche, sin lugar a dudas esa hora es maravillosa.

¿Se han fijado alguna vez como se ve el Ávila desde el pasillo de derecho?, o la capacidad de encontrar casi cualquier tipo de comida en los más diversos establecimientos de comida, o cómo la gente de arquitectura siempre va a estar a más y mejor instalada en el jardín a las puertas de su edificio, que en el edificio mismo, o simplemente, como una larga fila de hormiguitas disque “ucevistas”, recorre los principales pasillos y llega triunfante a las estaciones de metro de Ciudad Universitaria y Plaza Venezuela?
Se han detenido alguna vez y se han sentado en el punto exacto dónde están en el piso?, han sacado fotocopias por los precios más ridículos existentes en nuestra capital?, han comprado medicinas “hechas en casa” en farmacia?, se han sacado una muela con gente que no sabe más que tu de su carrera en odontología? Se han mezclando con la marcha de batas blancas que pasea por la escuela de medicina?, han escrito en los pizarrones de los pasillos?, han visto clase sentado desde el piso con otras 50 personas?, has pegado propaganda electoral, o afiches publicitarios en las columnas?, has asistido a los seminarios y foros más disímiles en los salones y espacios más particulares de la universidad?, te has topado con la persona más particular que hayas visto y has dejado la sorpresa en casa?, has comprado artesanía única o te has comido una chuchería que no sabías que existía? NO?, entonces…como rayos te haces llamar ucevista??, en que universidad has estado viviendo??, porque sin lugar a dudas, mientras más dices conocer a la Universidad Central de Venezuela, más te das cuenta de que necesitarias otra vida para descubrir todos sus secretos y disfrutar poco a poco sus absurdos…así que…qué esperas para empezar a perderte dentro de ese microcosmos, que casi despectivamente, llamamos tan solo…Universidad?