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Crónica de un Suceso sin Precedentes



El recorrido no fue largo, pero sí vertiginoso; las curvas tomadas a alta velocidad, las maniobras inverosímiles y las paradas imprevistas, sin embargo, no sorprendieron a los pasajeros madrugadores que, acostumbrados a aquel viaje, ni se inmutaron.

Tras media hora, un grupo nutrido de pasajeros se sorprendió ante aquello que se alzaba en lo que solía ser un estacionamiento de mala muerte. La curiosidad recorrió el autobús, y muchos señalaron con el dedo aquella macroestructura que parecía emerger lentamente del subsuelo: el Sambil Candelaria.

Con el pasar del tiempo, el coloso arquitectónico cobró forma, pasó de ser una armazón indefinible a convertirse en una imponente torre de ladrillos compuesta por seis pisos y quién sabe cuántos metros cuadrados de consumismo en potencia. Fue entonces que los caraqueños empezaron a percatarse de lo que en verdad sucedía.

Ahora que la obra ha alcanzado mayor magnitud-si es posible- los peatones se detienen en las aceras para observar este fenómeno, y los conductores que transitan por la Av. Andrés Bello bajan los vidrios de sus vehículos para verlo mejor, porque todos saben que la fecha de inauguración de ese edificio supone el fin de la existencia “pacífica” y “organizada” que habían conocido hasta ahora.

Porque, ¿cómo pretender que un espacio destinado a atraer a miles de personas diariamente se sitúe en una zona tan concurrida de Caracas? Ya nadie sabe con certeza como será posible transitar por las calles adyacentes a este centro comercial, si al gran volumen de carros, la ausencia de fiscales, el mal estado de los semáforos y la arbitrariedad con la que se desplazan los conductores y los peatones, se le suma un flujo constante de esa marejada que genéricamente llamamos “gente”, con un solo destino: el nuevo Sambil.

Mientras tanto los conductores de autobús y los taxistas despotrican por lo bajo cuando se ven obligados a enfilar rumbo hacia las calles circundantes de este edificio, ya que es la única vía hacia la estación de metro Bella Artes, mientras imaginan el aumento del caudal de personas en el metro y la aparición de interminables colas, y todo por la “noble” causa de la creación de otro centro comercial, en el espacio que podría albergar un parque, un museo, o una plaza.

Y es que pareciera que impera en nuestra ciudad un privilegio a la construcción de edificios y el beneficio económico que le trae a la autoridad del municipio correspondiente (libertador en este caso), por encima de un buen funcionamiento del transporte público, el respeto al tiempo del ciudadano, la búsqueda de soluciones a los graves problemas de exceso de tráfico automotriz y la creación de espacios públicos para el libre esparcimiento. Hace mucho que nos ataca una epidemia grave de carencia de planificación y de mala administración municipal, epidemia que hoy pareciera agudizarse y querer convertirse en la política pública por excelencia.

Finalmente, ya cae la noche, y los autobuses repletos, los taxis y los carros casi recalentados buscan la manera de abrirse paso por las calles que suben desde la Av. Méjico hasta la Av. Andrés Bello; en el fondo, la puesta de sol es el telón de un gran grupo de camiones de escombros que salen por una puerta lateral del Sambil Candelaria y trancan, simultáneamente, la circulación de varias calles. Un buhonero suspira agotado ante la escena mientras recoge su puesto porque sabe, que aquello, es sólo el comienzo.