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¿Alooo?


Son las 3:00 AM, el grifo del baño gotea y la respiración acompasada del resto de los durmientes crean una extraña melodía, melodía esta que se ve interrumpida por otra polifónica de Bethoveen: suena el celular.


Es un número equivocado, pero ha logrado despertar a Francisco, quién gruñe y se reprocha no haber apagado el dichoso aparato antes de dormirse. Está harto del motorota, del nokia e incluso del kiocera que posee, que lo esclavizan durante todo el día al trabajo, sin importar ya si está en la oficina o almorzando, y para rematar ahora lo molestan de noche. El insomnio ataca.


La paz se ve rota nuevamente, ahora un misterioso temblor invade la mesa de noche, el kiocera vibra con un mensaje de texto que llega tarde; intenta dormirse, pero la constante sensación de que ha perdido la libertad de estar incomunicado lo acosa.


Horas más tarde amanece, Francisco juega con el celular, programa las citas del día, manda un mensaje al pana, le repica a la ex – esposa, y oye los quinientos mensajes de voz que le llegaron al único celular apagado durante la noche, el nokia; nuevamente la dependencia comienza.


El día da inicio, y el manos libres ya se encuentra en su oreja, en la oficina donde trabaja mientras el sueño lo acosa; tras largas horas de trabajo Francisco se queda dormido sobre el escritorio, y por primera vez en días reina un silencio completo.


Nada vibra, nada suena, nada repica, el juego quedó interrumpido, los mensajes se perdieron y los de voz, ya ni le importan, ahora lo único polifónico son los ronquidos de Francisco en el doceavo piso de un edificio.


Abajo los transeúntes de la Av. Francisco de Miranda miran con asombro un motorota, un nokia y un kiocera, que yacen estampados contra el concreto, con más piezas dispersas que un rompecabezas y todavía vibrando y haciendo escándalo…


A Francisco entre sueños la incomunicación le sabe a gloria y sonríe, mientras se ve en una playa desierta en el medio de la nada, sin celulares ni teléfonos, feliz por primera vez en mucho tiempo.