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Cuentos del I Rally Metropolitano de Escritores

Se ha ido para siempre


En un viejo tocadiscos suena una canción olvidada. Un señor entrado en años apoya el codo en el mostrador de su sastrería, que ha estado en el mismo sitio desde la época de Medina Angarita. Tararea gustoso un bolero de la Billo`s que lo trasporta a otros tiempos, mientras evoca aquellos lugares que tanto amó y que ya no existen. Aquellos espacios de Caracas que marcaron pauta.
Escucha “Sueño de Caracas” y en sus ojos brilla la juventud ya pasada. Con profunda nostalgia, relata a quien quiera escucharlo la historia de todo aquello que se desvaneció en el tiempo. Especialmente, la de un restaurant que “se ha ido ya”: el “Jaime Vivas”. Sus manos, aún firmes para cortar la tela, quisieran pintar a los visitantes aquel local de comida criolla que se encontraba diagonal a la Clínica Razetti, al final del Puente República.
A medida que avanza la canción desteje el hilo de sus memorias. Ahora tiene treinta años y llega hambriento a comer en Jaime Vivas. Se sienta con agrado en los muebles de madera rústica que pueblan el lugar. Va acompañado de sus amigos y deciden comenzar tomando, como es costumbre, una cerveza bien fría.
El servicio de los mesoneros es impecable, y en un segundo revisa la carta con verdadero gusto. Mondongo, sopa de gallina con apio, como no existe en toda la ciudad, y el mejor bistec encebollado, con las cebollas doraditas, constituyen una oferta que le hace agua la boca. Se decide por el bistec, mientras piensa que no hay, en toda Caracas, un lugar que tenga un sabor y una sazón como el de aquel pequeño local.
La comida preparada en ollas enormes se sirve en una vajilla muy simple. Llega calientita a la mesa con su aroma inconfundible y, en una época que antecede al televisor, con la radio apagada y sin música ambiental, la conversación ocupa los espacios entre cada bocado. Ríe con sus compañeros, feliz, en un ambiente de informalidad que surge de los manteles individuales de papel, y se pasea entre los comensales que prescinden del traje y la corbata.
Terminado el plato fuerte pide su postre: dulces criollos de verdadera tradición. El quesillo y el dulce de lechosa son maravillosos, y combinan perfecto con un café negro o un guayoyo. El reloj señala que es casi medianoche y el lugar está más vivo que nunca. A su alrededor conviven gente del Country Club, que llega a comer luego de una elegante fiesta, los trabajadores cansados y los camioneros que le sacan la masa a las arepas para echarla en el mondongo. Como en ningún otro sitio, se llevan perfectamente.
A pesar de la hora sigue llegando muchísima gente y eso impide la sobremesa. Los caraqueños hambrientos copan la barra y esperan con impaciencia una mesa. No es de extrañar la popularidad del restaurant, pues nada hay que se le compare, pues es el único que sirve comida especial y deliciosa que rinde tributo a la tradición culinaria de estas tierras. Se despide familiarmente del amable y siempre presente dueño, Jaime Vivas, de los mesoneros, y hasta de otros clientes: el público cautivo de aquel lugar forma una gran familia de muchos años.
Se escuchan los últimos compases de la canción y la sonrisa del sastre se desvanece de pronto. Comenta que, según dicen los rumores, en algún momento murió Jaime y con él su restaurante. De pronto, todo aquello se hizo recuerdo y aquel sitio maravilloso se convirtió en un Burger King de asientos azules y comida plástica. Le da la vuelta al disco y la canción vuelve a empezar.
Ahora un local en Sabana Grande intenta imitarlo, pero no es lo mismo -expresa él, al tiempo que niega con la cabeza. Mientras la Billo`s afirma que “se me ha ido mi ciudad”, el sastre derrama unas cuantas lágrimas por Jaime Vivas que fue, más que un restaurant, un ambiente abierto y sencillo. En su corazón aquel señor aún siente el llamado de sus platos y piensa, dolido, que “Han cambiado mi Caracas compañero” y con Jaime se ha ido, para siempre, un sueño caraqueño.

El video de la canción:

http://www.youtube.com/watch?v=bRdtxgJsNJE&feature=PlayList&p=38B896615892B877&index=0


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