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"Recordaremos por siempre"




He tomado una decisión drástica: no seguiré haciendo este blog tan impersonal. Si de algo me quejo a diario es de que hay tanto que quisiera escribir y no encuentro el espacio. Así, que ahí va un pequeño desahogo, una de esas discusiones mentales "Conmigo" que me pasan por la cabeza todo el día y tienen como consecuencia que se me caigan las cosas a cada rato, que siempre esté a punto de pasarme la parada o, simplemente, de que me pase ratos largos con la mirada perdida sobre tierra de nadie...

He aprendido, con el tiempo, con el pasado, con lo impredecible, que los momentos especiales no son como los pintan, hollywood nos ha llenado la cabeza de momentos con música de fondo y fuegos artificiales ficticios, para marcar los momentos que se supone "recordaremos por siempre". Con esto no quiero ser cínica, ni mucho menos, es sólo que cuando comprendes lo corta que es la vida, y lo fortuito de los encuentros que la componen, comprendes también que tan importante es cada segundo, cada instante, cada momento.

De un tiempo para acá he aprendido a disfrutar esas pausas en las responsabilidades, que constituyen los verdaderos momentos especiales en la vida, a continuación les enumero alguno de mis favoritos...

- Cuando despierto en la mañana, y veo a través de mi ventana a Caracas amanecer, sobre las torres de Parque Central y del Banco Provincial.

-El metro: que lugar tan particular, en los 4 o 5 minutos diarios que paso dentro de los vagones, aprendo más que en días...toda la gente, la diversidad, las posibilidades, las historias que pudieron ser y que nunca sabremos si fueron ciertas, reunidas en un armazón de metal que viaja, cual gusano, por debajo de la ciudad que tanto amo a velocidades inverosímiles: de Bellas Artes a la California en 20 minutos...

- La UCV cuando está en silencio, pacífica, a eso d las 6 y algo de la mañana, pareciera salida de un cuento de hadas, a veces pienso que de un momento a otro las estatuas me darán los buenos días y los edificios suspirarán agotados de la intensa vida universitaria que llevan...

- Si algo me hace feliz es tomarme un par de instantes, robados del apuro citadino, para ver Plaza Venezuela con detenimiento, a cualquier hora es increíble, cuando me paro en la Plaza misma, donde en otros tiempos estaba la fuente que me enamoraba con sus colores, siento que el mundo se pone en hold y que Caracas, como alguien a quien quieres profundamente, a pesar de sus errores y defectos, es la ciudad mas bella del mundo...

- La gente ucevista es algo maravilloso, es como si Venezuela se quedara del arco para fuera, todo el mundo esta dispuesto a conocerte, a compartir contigo la mesa del comedor, los espacios de Tierra de Nadie, el conocimiento, la comida del pasillo de derecho y las posibilidades infinitas de los libros del pasillo de ingeniería y de la Biblioteca Central...

- De los ucevistas destacan mis compañeros de comunicación, creo que excepto en mi casa, jamás me había sentido tan perteneciente a algo como lo hago en ese edificio de tres pisos, que cobra vida con los profesores y estudiantes a los que sonrío en los pasillos y que me saludan con cara de sueño todos los días: Hola Jessi, ¿qué más?

- No quiero tener favoritismos, disfruto enormemente la compañía de todos los comunicadores y aprendo de cada uno de ellos tanto o más que en las aulas, pero hay dos personas que me alegran el día y se las apañan para hacerme reír a carcajadas aunque sólo tenga ganas de llorar y que, a pesar de conocerme hace relativamente poco tiempo, me dan su cariño, su confianza, y me han abierto las puertas de su casa y de su vida, estas personas particulares saben quiénes son...sí verdad??, a uds. gracias por todo, sé que el resto de mi vida recordaré los momentos juntas las tres, mejor dicho, los recordaremos juntas cuando nos reunamos, como haremos todas las semanas, para tomarnos algo mientras nuestros esposos cuidan a los chamos...

- A los días se los lleva el viento, pero los recuerdos quedán en la piel, en los espacios incautos de nuestro corazón que anhidan con orgullo esas imágenes, sonidos, sensaciones, olores y espacios que se cuelan por debajo de nuestra cotidianidad y rutina. Hace un par de semanas supe con certeza que estaba ante uno de esos recuerdos, mi mamá sentada ante la computadora, fumaba un cigarrillo, mientras hacía algo que bien podría ser un juego por internet como un arqueo de fuentes sobre Luis Britto García, yo me voltié desde el sofá para decirle algo, pero la frase nunca salió de mis labios, pues cuando ella me miró a los ojos interrogante y me sonrío supe con certeza que, más allá del pase de los años y del ciclo natural de la vida, mi mamá sería para mí, por siempre, la mujer de ojos verdes, expresivos como los de una niña, sonrisa de dientes blancos, cara pecosa y con holluelos, cabello desordenado con ebras doradas que le caía sobre la cara inconscientemente, que me miraba como si yo fuera algo increible y que esperaba que yo dijera algo trascendente. Solo pude articular un par de palabras: no nada mami, sólo quería saber si vas a ver ese programa....

-Tengo dos maravillosos mejores amigos, a veces me pregunto que tenemos en común, pues estudiamos respectivamente: yo, comunicación, él1 medicina, él2 contaduría. Hay quién diría que si no hubiesemos quedado juntos en el mismo salón hace años, jamás nos habríamos hablado siquiera. Pero lo importante de ellos es lo increibles que son.
Él1 es un apoyo invalorable, siempre dispuesto a escuchar, a darme un abrazo o sonreirme con timidez, es un hermano con el que comparto una amistad sincera, llena de confianza, de risas y de secretos que compartimos. Es generoso hasta el punto de recordarme a Don Regalón, y siempre tiene una frase valorativa y agradable en la punta de la lengua, es un niño grande que me sorprende siempre con su ingenuidad e inocencia, a veces me pregunto: ¿qué pensará de mí?. Sé que lo quiero mundo y que siempre será así, será padrino de mis hijos y mi médico de cabecera.
Él2 es mi gran confidente, hablar con él es como si conversara conmigo misma, es super sencillo decirle todo lo que siento y pienso pues jamás me juzga y siempre está dispuesto a escuchar (o leer), con detenimiento los avatares de mi vida y a aconsejarme muy oportunamente. Es de esas personas que te hacen preguntarte que habrás hecho tan bien como para que Dios te diera la oportunidad de formar parte de su vida. Necesitaría como tres entradas más para describir todas sus características, pero lo más importante es que es de las personas más inteligentes que conozco, sensible, dulce, algo retraído y tímido, puede ser realmente cómico y agradable. Siento que tenemos una vida siendo mejores amigos, pues le he contado casi todo lo que he me ha pasado desde que vine al mundo, y el me ha abierto las puertas a su compleja pero increíble persona, aunque aún siento que queda mucho de él por descubrir....
Si alguna vez leen ésto, sepan que los quiero muchísimo y que faltan palabras para agradecerles la oportunidad única de haberlos conocido y haber sido parte de sus vidas hasta ahora.

-Por último, tengo que decir que amo profundamente mi casa, no por los muebles ni las paredes, ni el techo ni el patio, la amo porque regreso a ella todos los días, luego de la universidad, el trabajo y quién sabe qué más, y siempre, detrás de la multilock, encuentro mi hogar, decorado con recuerdos de viajes, adornos heredados, fotos familiares de otros tiempos, una enorme cantidad de libros y la prescencia de dos personas que quiero con toda el alma: mi mama y mi hermano, mis compañeros de vida, de viaje, de películas, de sofá, de almuerzo, de crísis y de felicidad, juntos somos un trío sin igual, que se encuentra hacia las 9 pm en los sofás azules y mullidos de reciente adquicisión para dedicar tiempo a estar juntos mientras algún programa forense tiene lugar...

Tengo que decir que éstas son algunas de mis cosas favoritas, la lista sería interminable, lo que quiero con ésto es invitarlos a disfrutar los pequeños momentos, esos que son cotidianos o duran tan solo instantes, pero que nos acompañan en el metro, en el exterior y en el dolor, y nos recuerdan que la vida no sólo vale la pena, sino que es, por decir lo menos, asomobrosa.

P.D: ésto no ésta organizado por más órden que el de mi creatividad...

Tacones de rojo potente




Mi teléfono sonó cerca de la medianoche: era un mensaje de texto marcado “urgente”. Mi primer instinto fue ignorarlo y seguir durmiendo, pero algo me decía que debía leerlo. El texto era breve y, sin embargo, decía mucho: “Sé que no debimos hacerlo, pero no consigo arrepentirme. Gracias por mantenerlo en secreto”

Lo sucedido aquella mañana llegó a mi mente como un bumerang…

Me acercaba a ellos con paso lento, quería saber a qué atenerme, y sus rostros me lo dirían de inmediato. Sonrieron. Buena señal. Ocultarles eso fue difícil, más no había de otra. ¿Será que sospechan algo? ¿Cómo saberlo?

- ¡Epaaa meen! ¡Buenos días! ¿Cómo está todo? –me preguntó él.
- ¡Víctor! ¡Hola! –me saludó ella con picardía.
- ¡Buenas! ¡Bien, bien! ¡Con un sueño! –respondí luego de respirar profundo.

No escuché nada de lo que decían mientras caminaba con ellos por el pasillo. No fue hasta que oí mi nombre que aterricé en la conversación.

- Víctor, y tú ¿Qué hiciste anoche?

La pregunta de los cien millones. Fue una noche, un error, un desliz. Algo así le sucede a cualquiera. ¿Ella les habría comentado? El corazón se me aceleraba. Las sensaciones, las imágenes, los sonidos…todo se agrupaba en el torbellino que me pasaba por la mente en aquel momento. Dominé mis pensamientos por un instante para responder:

- No mucho, me aburrí al extremo, la verdad.

Una mentira descarada. ¿Se la habrían creído? Una sonrisa provocadora, una caricia “involuntaria”, unos tacones de rojo potente. ¡No debí!, me repetía, cuando un nombre pronunciado de repente me atrajo.

- ¿Y Andreína? –preguntó ella frunciendo el ceño –no la he visto hoy… –dijo casi en un susurro mientras me miraba de reojo.

¿Qué responder? Sabía perfectamente donde estaba ¿Cómo explicarles? La culpabilidad era cada vez más grande, ya no podía casi respirar. Algo debían saber. Un susurro apropiado en el oído. El alcohol en las venas. La oscuridad. Respondí como un autómata:

- No la he visto desde ayer en la mañana.

De pronto, el mundo se detuvo por unos instantes. Ahí estaba ella. No había escapatoria: tendría que contarles lo sucedido.

-Chicos…-tartamudeé con esfuerzo.

-Ajá –dijeron casi al unísono

Ni un sonido salió de mi boca.

- ¡Víctor…es para hoy! –refunfuñó él.

La frase final no llegaba, y cuando por fin reunía el valor para contarlo todo, Andreína y su contoneo de caderas se acercaron a nosotros con presteza. Me quedé clavado en el sitio, debí salir corriendo. Lo saludó a él, la saludó a ella. Se volvió hacia mí, y casi imperceptiblemente, me guiñó el ojo diciendo:

- ¿Y tú que cuentas Víctor? ¿Fuiste al final a casa de tu primo anoche?

En la oscuridad de mi cuarto solitario la pantalla del celular resplandecía. Escribí tan sólo cuatro palabras y le di a enviar: “Yo tampoco me arrepiento”. Seguí durmiendo con la tranquilidad de que aquella noche sería nuestro pequeño secreto
.

¿Y ahora?

¿Y ahora?

-¿Y ahora qué hacemos?
-Llama al 911.
-¡No tengo señal!
-¡¿Cómo que no tienes señal?! ¡Yo tampoco tengo!
-Lo que faltaba ¡Debimos haber bajado por las escaleras! ¡Ahora estamos en esta caja de metal a quince pisos de altura sin la más remota idea de qué está pasando! -exclamó Fernando furioso.
- No creo que se trate simplemente de que nos quedamos entre dos pisos… -murmuró Rafael.
-¡Ahora te pones fatalista!
-¡Piénsalo! no tenemos señal, se oye algo como gente corriendo ¡escucha!, y además no puedo mandar e-mails –dijo Rafael mientras pinchaba una y otra vez la pantalla de su palm con el ceño fruncido.
-Bueno, yo no sé tú, pero yo no tengo intenciones de quedarme en esta caja más tiempo, así que voy a gritar para que nos saquen de aquí: ¡AUXILIOOO! ¡AYÚDENNOSSS! –gritó Fernando desesperado.
-¡Fernando, cálmate por favor!, con eso no logras nada, ¡pensemos con calma!, yo creo que hay un apagón en el edificio que seguro resuelven rápido, o si no nos sacan los bomberos de aquí –dijo Rafael aparentando una calma que no sentía.
-¡Pero pueden tardar siglos!
-Entonces busca algo con que pasar el rato, con qué entretenerte, yo voy a terminar este informe mientras tanto –dijo Rafael mientras se concentraba en su palm.
-Ni modo- refunfuñó Fernando-. Yo voy a oír la radio –murmuró.
Pasó cerca de una hora. Fernando pasaba de una emisora a otra oyendo música hasta que exclamó:
-¡Rafael! ¡Con razón!
-¿Ajá?
-¡Hubo un apagón!...!En trece estados!
-¡¿Qué qué?! –gritó Rafael, que ahora escuchaba a Fernando con atención.
-¡Sí! ¡Sí!, hubo un apagón,...aja, que mantengamos la calma, parece que todo es un caos, la gente caminando por la calle ¡jajajaja!, no hay comunicaciones, eso lo explica, los comercios cerrados, ¡el metro parado!…aja…que mantengamos la calma, sí, ya entendimos, el gobierno no dice ni pío y ¡el país vuelto un desastre! –dijo Fernando a medida que escuchaba lo que se anunciaba en la radio.
-¡No puede ser!, ¡lo que faltaba!
-Ya va Rafael, cállate un segundo….creo que oigo voces…
-Se llama locutor Fernando –dijo Rafael exasperado.
- Que gracioso, no vale en serio, oye…
-¡Oigan!, los que están allá adentro, somos los bomberos y ya vamos a sacarlos –gritó una voz lejana.
El ascensor descendió al piso 14, donde unos forzudos bomberos forzaron las puertas hasta dejar salir a Fernando y a Rafael, a un pasillo donde la única luz era aquélla que entraba por los paneles azules del edificio. Catorce pisos más abajo, la población incomunicada, sin medios de transporte y con todos los comercios cerrados, dejaba de lado las reglas y códigos y se lanzaba a llenar autopistas y avenidas en un desesperado intento de llegar a sus casas. En realidad escapaban, por unas horas, de una existencia monótona controlada por la tecnología
.

Crónica de un Suceso sin Precedentes



El recorrido no fue largo, pero sí vertiginoso; las curvas tomadas a alta velocidad, las maniobras inverosímiles y las paradas imprevistas, sin embargo, no sorprendieron a los pasajeros madrugadores que, acostumbrados a aquel viaje, ni se inmutaron.

Tras media hora, un grupo nutrido de pasajeros se sorprendió ante aquello que se alzaba en lo que solía ser un estacionamiento de mala muerte. La curiosidad recorrió el autobús, y muchos señalaron con el dedo aquella macroestructura que parecía emerger lentamente del subsuelo: el Sambil Candelaria.

Con el pasar del tiempo, el coloso arquitectónico cobró forma, pasó de ser una armazón indefinible a convertirse en una imponente torre de ladrillos compuesta por seis pisos y quién sabe cuántos metros cuadrados de consumismo en potencia. Fue entonces que los caraqueños empezaron a percatarse de lo que en verdad sucedía.

Ahora que la obra ha alcanzado mayor magnitud-si es posible- los peatones se detienen en las aceras para observar este fenómeno, y los conductores que transitan por la Av. Andrés Bello bajan los vidrios de sus vehículos para verlo mejor, porque todos saben que la fecha de inauguración de ese edificio supone el fin de la existencia “pacífica” y “organizada” que habían conocido hasta ahora.

Porque, ¿cómo pretender que un espacio destinado a atraer a miles de personas diariamente se sitúe en una zona tan concurrida de Caracas? Ya nadie sabe con certeza como será posible transitar por las calles adyacentes a este centro comercial, si al gran volumen de carros, la ausencia de fiscales, el mal estado de los semáforos y la arbitrariedad con la que se desplazan los conductores y los peatones, se le suma un flujo constante de esa marejada que genéricamente llamamos “gente”, con un solo destino: el nuevo Sambil.

Mientras tanto los conductores de autobús y los taxistas despotrican por lo bajo cuando se ven obligados a enfilar rumbo hacia las calles circundantes de este edificio, ya que es la única vía hacia la estación de metro Bella Artes, mientras imaginan el aumento del caudal de personas en el metro y la aparición de interminables colas, y todo por la “noble” causa de la creación de otro centro comercial, en el espacio que podría albergar un parque, un museo, o una plaza.

Y es que pareciera que impera en nuestra ciudad un privilegio a la construcción de edificios y el beneficio económico que le trae a la autoridad del municipio correspondiente (libertador en este caso), por encima de un buen funcionamiento del transporte público, el respeto al tiempo del ciudadano, la búsqueda de soluciones a los graves problemas de exceso de tráfico automotriz y la creación de espacios públicos para el libre esparcimiento. Hace mucho que nos ataca una epidemia grave de carencia de planificación y de mala administración municipal, epidemia que hoy pareciera agudizarse y querer convertirse en la política pública por excelencia.

Finalmente, ya cae la noche, y los autobuses repletos, los taxis y los carros casi recalentados buscan la manera de abrirse paso por las calles que suben desde la Av. Méjico hasta la Av. Andrés Bello; en el fondo, la puesta de sol es el telón de un gran grupo de camiones de escombros que salen por una puerta lateral del Sambil Candelaria y trancan, simultáneamente, la circulación de varias calles. Un buhonero suspira agotado ante la escena mientras recoge su puesto porque sabe, que aquello, es sólo el comienzo.

¿Alooo?


Son las 3:00 AM, el grifo del baño gotea y la respiración acompasada del resto de los durmientes crean una extraña melodía, melodía esta que se ve interrumpida por otra polifónica de Bethoveen: suena el celular.


Es un número equivocado, pero ha logrado despertar a Francisco, quién gruñe y se reprocha no haber apagado el dichoso aparato antes de dormirse. Está harto del motorota, del nokia e incluso del kiocera que posee, que lo esclavizan durante todo el día al trabajo, sin importar ya si está en la oficina o almorzando, y para rematar ahora lo molestan de noche. El insomnio ataca.


La paz se ve rota nuevamente, ahora un misterioso temblor invade la mesa de noche, el kiocera vibra con un mensaje de texto que llega tarde; intenta dormirse, pero la constante sensación de que ha perdido la libertad de estar incomunicado lo acosa.


Horas más tarde amanece, Francisco juega con el celular, programa las citas del día, manda un mensaje al pana, le repica a la ex – esposa, y oye los quinientos mensajes de voz que le llegaron al único celular apagado durante la noche, el nokia; nuevamente la dependencia comienza.


El día da inicio, y el manos libres ya se encuentra en su oreja, en la oficina donde trabaja mientras el sueño lo acosa; tras largas horas de trabajo Francisco se queda dormido sobre el escritorio, y por primera vez en días reina un silencio completo.


Nada vibra, nada suena, nada repica, el juego quedó interrumpido, los mensajes se perdieron y los de voz, ya ni le importan, ahora lo único polifónico son los ronquidos de Francisco en el doceavo piso de un edificio.


Abajo los transeúntes de la Av. Francisco de Miranda miran con asombro un motorota, un nokia y un kiocera, que yacen estampados contra el concreto, con más piezas dispersas que un rompecabezas y todavía vibrando y haciendo escándalo…


A Francisco entre sueños la incomunicación le sabe a gloria y sonríe, mientras se ve en una playa desierta en el medio de la nada, sin celulares ni teléfonos, feliz por primera vez en mucho tiempo.

¿Habrá para mí un mañana?

¿Desde cuándo ha comenzado la búsqueda del ser humano por las respuestas del futuro? Quién sabe, ya que desde tiempos inmemorables el Homo Sapiens ha intentado averiguar qué le depara el mañana. Y también a través de las diversas culturas que han poblado nuestro mundo, persiste la firme creencia de que el individuo está directamente relacionado con el Universo, con el Cosmos.

Esta búsqueda que posee un valor cultural muy grande, ha llegado a límites que podrían parecer inverosímiles, tales como la astrología. La astrología es llamada por muchos una ciencia, aunque la comunidad mundial declare que no se basa en hechos científicos; lo cierto es que esta “ciencia” se basa en los movimientos y cambios en los astros, para determinar nuestro futuro.

Otras creencias apuntan al Tarot como una predicción segura de todo lo que está por venir; sin embargo el Tarot consiste en una baraja de cartas especiales con ciertas figuras, que una persona especializada utiliza para leer el presente y el futuro de quién lo solicita. Esta convicción demuestra, por su parte, que los humanos han creído que todo está escrito, que existe un destino para cada individuo.

Diariamente la humanidad en pleno recurre cada vez a más métodos, todo por la esa necesidad latente en nuestra naturaleza, la de sentir que es posible conocer y por tanto, controlar el futuro. Pero cabe preguntarse: ¿de verdad no conocemos nuestro futuro? ¿Hasta que punto es eso cierto?

El futuro ya es de conocimiento general, porque si no hay un cambio en el curso que sigue este planeta, este Mundo, y las formas de actuar, será imposible superar este punto donde abundan las guerras, la infelicidad, el hambre, la desesperación; y la incertidumbre que acosa a muchos cada día: ¿habrá para mí un mañana?

Dudo que el Tarot o la astrología puedan responder interrogantes como èstas, pero lo importante es comenzar una nueva búsqueda, una de soluciones; una búsqueda más profunda donde el protagonista sea el presente, un presente que tomemos en nuestras manos y cambiemos, y mejoremos cada vez más, para crear un verdadero futuro.

Quiero una Nueva Caracas!!

Los romanos han sido conocidos a través de la historia, entre muchas otras cosas relevantes, porque construyeron los llamados “baños” que sirvieron de punto de encuentro y de ocio para la población. Por su parte, la cultura ateniense se preciaba de crear centros de discusión y encuentro donde se formaron y/o salieron a relucir los grandes padres de ciencias y especialidades como la filosofía, la geografía, la física y la astronomía. Partiendo de eso, nos preocupa increíblemente el hecho de que en la cultura caraqueña actual pareciera que los espacios de encuentro y ocio brillan por su ausencia; ojo, tampoco nos engañemos, sabemos que los jóvenes de hoy en día tal vez no queramos reunirnos para discutir si Plutón merecía o no ser degradado de su título de planeta, pero no estaría mal que la escena que viven muchos chamos de nuestra edad cada vez que, como decimos nosotros, “cuadran” una salida, no resultara en que las opciones se acaban nada más empezar a “cuadrar”: vamos al cine!, otra vez? Pero si ni siquiera hay nada que ver!!!; bueno, entonces vamos a un centro comercial!; a ver, ya hemos ido dos veces al Tolón, tres al San Ignacio, y me niego a pisar el Sambil otra vez!. (Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia).
Es que tal vez, sin darnos cuenta, caemos en el conformismo, pero la realidad no se deja vencer tan fácilmente, y tarde o temprano se materializa ante nosotros. Facilito: hace poco fui un sábado con mi familia al cine en un centro comercial, no tendría ni 20 minutos ahí y ya había visto por lo menos a 10 personas conocidas mías, como 5 personas famosas o de importancia social, cultural y política. Lo que trato de decir es que ya es grave la situación, sin ofensa al 7to arte que por cierto me gusta mucho, pero me parece que los centros comerciales, no deberían ser el lugar por excelencia de reunión social de nuestra ciudad, porque a diferencia de muchas otras ciudades contamos con hermosísimos espacios abiertos, millones de lugares que podrían ser convertidos en el lugar de moda, por su localización, o donde se podría crear nuevas estructuras físicas y culturales que acojan a personas de todas las edades, pero principalmente a los jóvenes.
Una iniciativa que me encanta es el Centro Cultural Trasnocho, un lugar increíble, pero que a veces, no llega en realidad a la gente de la edad que aspiro a representar en este artículo, que a la final es un llamado a las autoridades competentes y a todas las personas que me lean a preguntarse qué ha sido de aquellos lugares de encuentro, de tertulia, de diversión, porque no ha sido sólo el paso del tiempo el que los ha arrancado de nuestras manos, ha sido también la buhonería, la inseguridad, el deterioro físico de los espacios y tantas otras cosas, los causantes de que desaparecieran esos lugares protagonistas de las historias de generaciones pasadas: el boulevard de Sabana Grande, con sus cafés y librerías al mejor estilo europeo, las numerosas plazas que pueblan la ciudad donde antes se daban cita los jóvenes de la época; en serio, es lamentable que esos lugares hayan perdido esas características y sean ahora testimonios palpables de esta realidad que expongo ante ustedes.
Me parece de suma importancia aclarar que no busco con este artículo desestimar los esfuerzos de organismos y organizaciones, donde brillan especialmente la Alcadía de Chacao, la Alcaldía de Baruta y la Alcadía del Hatillo, quiénes han creado y reconstruido espacios que son invaluables, como la Plaza Altamira, el Casco Histórico del Hatillo, y gran número de pequeñas plazas y lugares de encuentro comunales y un tanto anónimas que pululan por el Municipio Baruta e incluso las ciclovías; entre tantos otros lugares que seguro se me escapan. Pero aún así, aún a pesar de estos esfuerzos, el sentimiento de que algo falta, de que hemos perdido la mayoría de los espacios urbanos de disfrute y encuentro, embarga a la población, junto con un cierto disgusto, porque hay lugares como la UCV, ese maravilloso palacio del saber, que da albergue a muchas de las más brillantes mentes de nuestros tiempos (alumnos y profesores), que exhibe en sus esquinas y pasillos muchas de las grandes obras pictóricas, de escultura y arquitectura de la modernidad, y que ha sido la cuna de las grandes personalidades de nuestra historia, que han caído en las garras de la falta de mantenimiento, porque el presupuesto que se les asigna simplemente no alcanza.
En fin, lo único que intento es poner por escrito, este malestar que nos invade ante esta realidad que nos parece tan “propia” porque las cosas pueden ser mejores, mucho mejores, podemos vencer esos demonios que se han apoderado de los lugares ya existentes e impiden la creación de nuevos lugares, porque una ciudad tan hermosa como Caracas, debería ser, toda ella, un lugar de encuentro, un lugar de diversión, de risas, de intercambio, de amistad, de libertad de expresión, de creación de nuevas ideologías. Ahí se los dejo….

La UCV





En esos tiempos de cólera, en esos momentos de loca lucidez, en esos de ocio inesperado y tal vez anhelado, es que me encuentro de frente sin querer con una página en blanco, con la capacidad de escribir sin ataduras o de escapar un rato de esas lecturas obligatorias que me llenan la memoria.
La universidad, a Dios gracias, es más lo que te enseña en sus pasillos, que en sus aulas, es más lo que te transmite a través de su gente, que de sus profesores, y son más las lecciones que vienen en forma de sucesos de vida que en fotocopias de mala calidad y tracaleras.
No deja de asombrarme las bondades que para el alma tiene un recorrido por la universidad central en esa maravillosa hora d las 4 d la tarde, un pasillo d ingeniería con gente pero no demasiada, un brisa fresca que pareciera salir de los salones vacíos, una luz precrepuscular se desliza por tierra de nadie y el rectorado, olorcitos casi nocturnos de los quioscos del pasillo de derecho, el murmullo analítico y profundo de las clases d psicología y fases, pero por sobre todo, ese suspiro cansado que exhuman los edificios de Villanueva y el comedor entre el almuerzo y la cena, que llena los espacios que quedan antes de que caiga la noche, sin lugar a dudas esa hora es maravillosa.

¿Se han fijado alguna vez como se ve el Ávila desde el pasillo de derecho?, o la capacidad de encontrar casi cualquier tipo de comida en los más diversos establecimientos de comida, o cómo la gente de arquitectura siempre va a estar a más y mejor instalada en el jardín a las puertas de su edificio, que en el edificio mismo, o simplemente, como una larga fila de hormiguitas disque “ucevistas”, recorre los principales pasillos y llega triunfante a las estaciones de metro de Ciudad Universitaria y Plaza Venezuela?
Se han detenido alguna vez y se han sentado en el punto exacto dónde están en el piso?, han sacado fotocopias por los precios más ridículos existentes en nuestra capital?, han comprado medicinas “hechas en casa” en farmacia?, se han sacado una muela con gente que no sabe más que tu de su carrera en odontología? Se han mezclando con la marcha de batas blancas que pasea por la escuela de medicina?, han escrito en los pizarrones de los pasillos?, han visto clase sentado desde el piso con otras 50 personas?, has pegado propaganda electoral, o afiches publicitarios en las columnas?, has asistido a los seminarios y foros más disímiles en los salones y espacios más particulares de la universidad?, te has topado con la persona más particular que hayas visto y has dejado la sorpresa en casa?, has comprado artesanía única o te has comido una chuchería que no sabías que existía? NO?, entonces…como rayos te haces llamar ucevista??, en que universidad has estado viviendo??, porque sin lugar a dudas, mientras más dices conocer a la Universidad Central de Venezuela, más te das cuenta de que necesitarias otra vida para descubrir todos sus secretos y disfrutar poco a poco sus absurdos…así que…qué esperas para empezar a perderte dentro de ese microcosmos, que casi despectivamente, llamamos tan solo…Universidad?